Una tarde de primavera, un caprichoso sol juega a ocultarse entre las nubes, y un viento de levante furioso, aupa hacia el cielo todo lo que su fuerza le permite, para dejarlo caer, unos metros más allá .Luego, transformado en brisa , contribuye a que un suave olor a azahar mezclado con cera e incienso, nos advierta de que la procesión se acerca.
En la acera de enfrente,unos niños saborean un algodón de azúcar; y una muchacha, cuyos zapatos aún tienen el sello de la tienda donde los compró, se entretiene comiendo pipas, a la vez que mantiene una animada conversación telefónica. Los sonidos van creciendo en intensidad, la gente se agolpa, y empuja para llegar a la esquina de la calle. De pronto, dos filas de palmas en un arco iris azul y blanco. Hermoso y en silencio,el cortejo se mezcla con los niños, sus familias, y el aire perfumado de la vida.Cierro los ojos y una banda de música, con trompetas y tambores, me despierta de mi ensimismamiento.Me retiro unos metros para comprar una botella de agua en un puestecillo ambulante; una chica de unos veinte años, embarazada, con la ilusión grabada en su cara, saca la pequeña botella helada de la nevera. La tarde sigue siendo primaveral, "esta noche hay luna llena, tal vez nazca hoy "me dice, y yo le sonrío.
Debe ser bonito nacer en la luna de Nissán. Y sería un broche precioso para un artículo entrañable, como siempre.
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